En
la actualidad se le está concediendo mucha importancia a los contenidos
escolares y a que el niño ‘sepa cosas’, sea productivo, competitivo y con las
mejores notas. Muchos padres se quejan de que sus hijos no están concentrados,
no se esfuerzan o no están motivados. Eso, a lo que comunmente llamamos
motivación, es simplemente tener deseo de algo. Y, ¿dónde queda el deseo de
aprender?
Al
llenar al niño de cosas, de contenidos y de respuestas, se mata la creatividad
y la reflexión, y desaparece el espacio y el tiempo para el aburrimiento, para
la frustración, para la imaginación y para el deseo.
Si
lo tienes ‘todo’, si en ‘todas’partes encuentras respuestas, si ‘todo’ ya está
dado y dicho… ¿para qué buscar? ¿para qué aprender? ¿para qué querer mejorar? Aprender,
por tanto, no tiene ningún sentido.
Ofrecer
un tiempo y un espacio para que el niño comprenda, asocie, se pregunte y busque
explicaciones permitirá que convierta las informaciones en ‘conocimiento’, y
por tanto, podrá dar un sentido a aprender. Y a partir de ahí surgirá todo lo
demás…
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